Modesto Chato
«Feliz» y satisfecho por el nombramiento que recibirá del Gobierno regional, el promotor del Grupo Social Unate tiene claro para dónde debe ir creciendo la organización
Hijo de Victorino y Segunda, confiteros (él en el obrador y ella despachando) del pueblo palentino Becerril de Campos, donde nació, Modesto Chato de los ... Bueys pronto será también Hijo Adoptivo de Cantabria por los méritos adquiridos en esta región en los últimos 47 años, donde ha puesto en pie el que hoy se llama Grupo Social Unate -con varias entidades dentro- que comenzó como unas mucho más humildes Aulas de la Tercera Edad. A Chato le han concedido un honor que le ha hecho «muy feliz» porque se siente «parte de Santander», de cuyo paisaje social ha formado parte durante décadas. Como apasionado de la música le hubiera encantado una vida de director de orquesta. Y mucho ha tenido de ello al ir creando -peldaño a peldaño- una gran organización centrada en la formación de los mayores de 50 años y la defensa de sus derechos. Recién cumplidos los 90, hace gala de memoria citando a toda la gente que ha conocido en esta travesía («a Botín padre, a Jesús Aguirre el duque de Alba»...) . Aunque, sobre todo, tiene muy claro hacia dónde debe crecer su criatura.
–Menudo regalo de cumpleaños le han hecho. ¿Cómo se enteró y cuál fue su primer sentimiento?
–No me llamó nadie. Supongo que no lo harán hasta que no sea del todo oficial (el expediente tiene que tramitarse). Me enteré por la prensa y porque la gente empezó a felicitarme. No pensaba ni que me conocía tanta gente ni que me querían tanto.
–Muchos habrán sabido ahora que usted no es cántabro. ¿Tiene algún recuerdo concreto de cuando llegó aquí con nueve años ?
–Me acuerdo perfectamente. Vinimos en dos tiempos. La primera vez solo estuvimos unos meses, en la calle San Simón, porque a mi madre le dio un ataque fuerte de reúma y nos volvimos a Palencia. Cuando regresamos a Cantabria, a mis padres les encomendaron el cuidado de un chalet en Duque Santo Mauro dos años. Desde allí yo iba todos los días a Los Escolapios. Todos los meses sacaba matrícula y me ponían en el cuadro de honor: eso significaba que entraba gratis al cine, así que yo encantado. Antes de llegar a Santander, ya sabía leer y escribir: me enseñó Doña Rosario en una escuela que recuerdo con gran cariño, en Frechilla. Luego viví en El Astillero y después vino la etapa del Seminario de Corbán donde estuve 12 años y estudié lo de aquella época: literatura, filosofía, teología... Fueron años muy duros, de mucha disciplina, de escasez y eso forja un carácter. Piense que estamos hablando de la postguerra.
«Unate. Es una obra grande, consolidada, con visión universal y que permancerá en el tiempo porque defiende algo justo»
-Y la vida laboral, ¿dónde y cómo empezó?
-Mi primer trabajo fue como administrativo en una empresa de automoción. De ahí me trasladé a Sevilla, donde fui director comercial y aprendí muchísimo. Tras varios años en Andalucía regresamos y entré en el Centro de Estudios Montañeses: ahí empezó todo el tinglado de los mayores. Un día, el director de Los Molinucos me dio a leer un proyecto sobre educación de la Tercera Edad. Se trataba de implantar aquí algo que ya existía en Europa. Yo no sabía nada del asunto, pero me pareció muy interesante. Empecé por ver de qué se trataba... y mire.
-¿Cuál cree que ha sido su principal mérito si hace balance desde aquel primer documento que le venía de nuevas?
-La constancia. Ir a todas partes, hablar con todo el mundo sin importarme el color político y, también, hablar con sencillez y claridad. He tenido que ser un zascandil, no podía encerrarme en una oficina porque se trataba de visualizar las necesidades y los derechos de los mayores. A veces se habla de ellos en tono despectivo, se les toma por ciudadanos de segunda. Al principio, desde estas entidades (estaba todo por hacer) teníamos ideas irrealizables y había que dar mil vueltas hasta que las concretabas. En aquella primera época, entré en dos organizaciones distintas. Una era una red de universidades para mayores (centrada en la formación) y la otra era una plataforma de asociaciones de personas mayores, que tenía objetivos distintos, de tinte más reivindicativo (Fiapa). Hablamos de los años 80 y yo no tenía ni siquiera la edad para participar en el Consejo de Administración de Fiapa, pero acabamos encontrando una fórmula... (se sonríe).
«Hay que consolidar el grupo económicamente, extendernos a otras comunidades y reactivar la Federación Latinoamericana»
-De todo este trabajo ¿puede señalar algún proyecto como su mayor orgullo?
-Unate. Es una obra grande, consolidada, con visión universal que permanecerá mucho tiempo porque defiende algo justo. Ahora tenemos una red magnífica en muchos lugares de Cantabria. Fíjese: ¡400 alumnos en Torrelavega! Y empezamos con conferencias y actos culturales en los pueblos. A nuestras primeras aulas acudieron 150 personas y, el año pasado, tuvimos más de 7.000 alumnos. El equipo es estupendo: hay mucha gente maja. En 2019 diseñamos un plan estratégico para 10 años y ya lo hemos sobrepasado con creces.
-Pero algún plan quedará por delante ¿no?
-Dos o tres importantes. Uno es fortalecer económicamente al grupo. Hasta ahora estamos un poco al albur del respaldo del Gobierno y los ayuntamientos, de entidades como La Caixa y el BBVA, y nos vamos defendiendo. Además, queremos extender Unate a otras comunidades autónomas que nos lo reclaman. Y nos haría una gran ilusión reactivar la Federación en Latinoamérica, en la que hace años trabajé con intensidad. Si hay salud y tiempo, hay que retomarlo.
-¿Piensa seguir en el escenario como los viejos rockeros, hasta que el cuerpo aguante?
-Voy a tratar de imitar a mi gran maestro, Noel Rey, un gran colega y amigo francés que vivió 105 años al pie del cañón. Era una persona excepcional, un genio. Casi todo lo que sé de los mayores lo aprendí de él.
-Con Pilar Carral, su esposa, ¿se cumple lo de 'detrás de todo gran hombre hay una gran mujer'?
-Siempre. Ella ha sido fundamental, siempre apoyando, sin poner ni una pega. Hubo años en que yo viajé mucho, por medio mundo, y ella se quedaba aquí, con su trabajo, con las niñas... A veces salíamos adelante gracias a su nómina. Hemos estado bien sincronizados.
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