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De la tranquilidad a la inquietud en cuestión de unos pocos minutos. Es la sensación que vivieron -en su propia piel- este lunes muchos de ... los comerciantes que dependen de cámaras frigoríficas o expositores para mantener fríos alimentos o medicamentos. En el caso de Julián Gambarte, del puesto Pescados y Mariscos del mar en el Mercado de la Esperanza, era de los pocos que se encontraba abierto en la planta dedicada al pescado. «Lo primero que pensamos es que era por alguna obra, al rato llegaba alguna otra clienta que te decía que era en todo Santander, ahí me empecé a preocupar, pero cuando al cabo de diez minutos dijeron que en toda España, me puse a recoger todo lo que podía», confesaba. «Al ser un mostrador de aire, si no tiene electricidad se descongela todo en cuestión de media hora». Un motivo por el que tuvo que meter todo el género a prisa y corriendo en los dos arcones con los que cuenta en su puesto: «Introduje todo como pude y recé cuatro padres nuestros». Gambarte reconoce que tuvieron que irse de la plaza «a la aventura» y con la esperanza de que se restableciera cuanto antes. «Sabía que tenía un margen de unas 12 horas, entonces hasta que las noticias no fueron positivas, pues no te quedas tranquilo, si llega a continuar por la noche puede que te quedes sin pescado». Con la serenidad de la vuelta de la electricidad a lo largo de la tarde, se acercó a la plaza a ver desde fuera su sitio: «Me dejé luces encendidas en el puesto y vi que se habían encendido».
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Con la calma de comprobar que todo el pescado estaba en perfecta condiciones, se encontraba a unos cuantos metros Pablo Plaza, de Congelados Plaza. «En el caso de mis cámaras frigoríficas contaba con un margen amplío de unas 24 horas, entonces al principio no le di mucha importancia, pero luego con el paso del tiempo pues te preocupas algo más, pero tampoco puedes hacer nada», relataba con resignación. Plaza reconocía que tampoco era comparable la presión que hubiese supuesto en otras fechas como en verano o Navidad, por la cantidad de pescado que se tiene en el puesto. «Lo que puedes tener en el mostrador en un día normal supera los 1.000 euros, pero es que en esas fechas especiales puedes multiplicar por cuatro o cinco sin ningún tipo de problema», puntualizaba. «Yo si esta noche veo que no hay luz, digo malo, pero bueno al resolverse por la tarde, ya me quedé tranquilo. Al final solo se me ha desconfigurado la programación de la balanza y ahora no pone la información de mi puesto cuando imprime el tique para los clientes, pero me tendré que entretener para introducirle toda esa información».
Pendientes de lo que decían por la radio se encontraron este lunes las carnicerías de la primera planta del Mercado de la Esperanza. Óscar Gómez, de Carnicería de Óscar, narraba como durante los primeros minutos confiaban en una vuelta temprana de la luz, pero al no darse, tuvieron que recoger y guardarlo todo. «Lo bueno que tienen estas neveras, que son un poco antiguas, se quedan más o menos herméticas y, por ejemplo, entre 10 y 12 horas, puede aguantar bien la temperatura». Un límite de tiempo que estaba ligado a la vuelta de la electricidad antes de la noche. «Si se pierde la cadena del frío, adiós. Hay carnes como el pollo que son delicadas y te aguantan menos, pero otras como el lomo adobado, el chorizo tienen más margen», esclareció. Pese a toda la inquietud que generaba el paso de las horas, Gómez tenía la confianza de que en el caso de que las carnes se pusieran malas, el seguro se hiciera cargo de la situación: «Hace unos años tuvimos un susto en Semana Santa y se nos pudrió en las cámaras género valorado en unos 3.000 euros».
Otros establecimientos que vivieron una jornada atípica, con su actividad paralizada y sin perder de vista el reloj, por su dependencia de las neveras, fueron las farmacias. María José García, la titular de Farmacia Central Santander, relataba que en su caso, al estar el negocio robotizado, la paralización fue total. Su mayor preocupación, el almacenamiento en frío de vacunas e insulinas.
«Hemos tenido suerte porque nuestra nevera es de última generación y monitorizamos la temperatura. El tope que alcanzó ha sido 7,8 grados y lo máximo que aguantan son ocho grados, así que lo salvamos», dilucidaba. Sin embargo, García creía que no hubiera habido problemas con el seguro de haberse generado algún desperfecto. «Logramos restablecer los servidores a las ocho de la tarde. Es verdad que durante las horas del apagón, apenas pasó gente por la farmacia, pero tampoco podíamos dispensar ningún producto, ya que el sistema estaba caído sin internet (sin receta electrónica) y no podíamos acceder al robot ni al precio de medicamentos». La titular de la farmacia reconocía ayer que ahora tocaba recuperar el tiempo perdido durante esas horas y redoblar esfuerzos para elaborar fórmulas para otros establecimientos farmacéuticos.
Y otro de los sectores que el lunes sufrió el impacto de la falta de luz, con el temor de perder su mercancía, fueron las heladerías. Desde Capri, situada en el Paseo de Pereda, indicaban que vivieron con resignación el apagón que obligó a meter a las cámaras sus helados. «Es una auténtica faena porque son los días con muy buen tiempo y donde la gente se anima a pedir un helado y tú te quedas sin la oportunidad de tener una buena facturación», lamentaba Mario Fuoli, propietario del establecimiento. «Por suerte, no hemos tenido ningún problema con nuestros productos y hemos podido volver a la normalidad sin ningún problema».
Diego Álvarez Dueño de la heladería Vía Mazzini 43
Con la sensación palpable de tensión en sus palabras, Diego Humberto Álvarez, propietario de la heladería Vía Mazzini 43, relataba a este periódico las consecuencias del apagón en uno de sus establecimientos, más concretamente el situado en el paseo de Pereda. «Trabajar con helado te da una autonomía pequeña para su conservación de unas pocas horas. Por suerte, tenemos unas neveras potentes a través del obrador y pudimos salvar gran parte del producto». Álvarez cifró en unos 30 kilogramos de helado, los que se echaron a perder durante este lunes, aunque reconoce que sí la falta de electricidad hubiera durado un par de horas más hablaría de unas pérdidas económicas más serias.Otro de los inconvenientes que vivió en su local de Pereda fue el breve amago en el que la luz se marchó y volvió a media tarde en la capital cántabra: «En ese momento se nos estropeó uno de los expositores». Una reparación de una plaqueta eléctrica que sumada a la pérdida física del helado, tener que mandar a sus empleados a casa y la falta de facturación en una jornada soleada le ha supuesto perder unos 1.500 euros. «Coincidió todo, si llega a hacer un día como el sábado no hubiera pasado nada, pero la gente vio el buen tiempo que hacía, se añadió el punto de cierta desesperación por la situación y vio la oportunidad de entrar en los bares, que no contaron con excesivos problemas para servir bebidas. Ellos no tuvieron que tirar nada y nosotros sí que nos vimos abocados a tener que tomar decisiones algo más drásticas».Pese a no haber vivido algo igual durante su estancia en Italia, no quiere pasar por el mismo trago si una situación como esta se repite en el futuro. «Voy a comprarme un generador en los próximos días, porque por dos horas no he perdido 8.000 o 9.000 euros y eso te genera un sufrimiento durante el tiempo que dura la problemática, que no quiero volver a sentir», argumentaba. En su caso, Álvarez no tuvo ninguna incidencia en el local de Castelar, «allí tengo equipos bastantes potentes y por suerte, no se perdió nada de helado».
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