«Otra semana en rojo, así no levantamos cabeza»

En los bares y cafeterías de Sarón este miércoles todavía se podía consumir en el interior, y así se encontraban algunos clientes tomando algo mientras charlaban o leían el periódico. Algo que desde este jueves vuelve a no estar permitido. «El anuncio de esta semana ya ha sonado a mala broma a la gente de aquí», dice Luis Fernández, que con bandeja en mano mientras atiende a unos clientes en la terraza del Sango, confiesa no entender que «estemos en un nivel muy alto pero puedas irte a dos kilómetros a hacer lo mismo que no te dejan hacer aquí».

En el resto de negocios, la imagen era igual en cada puerta, con los clientes aguardando en el exterior su turno. «La gente lo entiende y espera sin problema», valora Cristina Ruiz, de la carnicería Hnos. Mora en lo que atiende. «¿Sandra, ¿tú crees que nos vuelven a cerrar?», pregunta a una compradora. Y es que, como bien dice Ruiz, «no hace ni una semana» que descendieron a nivel medio y ya se enfrentan otra vez a nivel muy alto. «En cuestión de días no puede haber una evolución tan brusca», remarca. La carnicera explica también que a ella el cambio de color en el semáforo no le afecta directamente, pero «sí a la hostelería, que me pongo en su lugar y lo tienen muy fastidiado». Además, incide, «esto es una rueda y si a ellos les va mal, a mí también», de hecho comenta que «los restaurantes nos compran lo justo porque si no es género que se tienen que comer ellos».

Desde el bar Avenida, David Azpiazu es uno de esos que reconoce que las continuas restricciones «me han hecho mucho daño». En su caso, apenas tiene un par de mesas en la calle, y «desde comienzos de año aquí en Cayón sólo han estado abiertos interiores poco más de un mes, y ahora volvemos a cerrar». De hecho, muchos locales hosteleros han optado por no levantar la persiana estos meses. Ante ese escenario, en La Frutería de la estación, el propietario José Luis González reflexiona que «no sé dónde se encuentra el foco del problema, pero la hostelería no puede ser cuando llevan tanto tiempo con interiores cerrados».

Que Santa María de Cayón esté en el punto de mira es una pauta ya prácticamente cronificada. Antes de Navidad alarmaba el riesgo extremo por los contagios y la situación, lejos de controlarse, derivó en ser uno de los cuatro municipios afectados por los cierres perimetrales y de la actividad no esencial de finales de enero junto a Laredo, Colindres y Polanco. Cuando hace unas semanas se instauraron los semáforos covid, los datos siguieron sin estar de su parte, y Cayón se pintó en rojo. El pasado jueves parecía que se veía algo de luz al final del túnel con el descenso de contagios y el paso a amarillo. «La alegría ha durado una semana», apostilla la carnicera.

Ante ese devenir de los acontecimientos, el nuevo sistema por colores y municipios ha sido recibido con escepticismo en Cayón, como si se tratara de un semáforo de bombillas fundidas ante el que hay que cruzar con cautela. «Está claro que algo va mal, el qué es no lo sé», aventura Verónica Soler, del negocio de calzado infantil la Botita Presumida. «Creo que el jueves de la semana pasada al ver la mejoría de datos abrieron demasiado pronto», apunta la comerciante. Una opinión que apoyan también las trabajadoras de la Farmacia Antonio Higuera, entre las que Pilar Beltrán señala que «el cambiar a amarillo fue como dar una salida para una carrera en la que todos salen en pelotón». Lo cual apoyan en otros establecimientos, donde relatan que el pasado fin de semana «el pueblo estuvo especialmente animado».

No obstante, en general los oriundos comentan que «se respetan las normas, hay algunos incívicos que no, pero como en todos los sitios», apostilla Soler, que a su vez dice haber detectado que «la gente mayor ya vacunada sí se ha relajado un poco». Es un cambio de conducta que también ha quedado retratada en la farmacia, donde según apunta Lourdes Cobo, «los mayores ya se sienten inmunes y te dicen que se ponen la mascarilla por educación». Algo que podría tener su base a tenor de que Sanidad comunicó la decisión de elevar a riesgo muy alto Cayón porque la tasa era de 87 casos por 100.000, pero entre los vecinos de más edad se disparaba hasta 129.

Al ambiente de especial agotamiento que vive Cayón hay que sumar el de la incertidumbre. «Te acuestas con una cosa y te despiertas con otra», expresa un vecino, Carlos Asón. Mientras que en la pastelería María Luisa, su propietaria explica que el vaivén de restricciones imposibilita la organización. De hecho, esta semana entraba a trabajar una nueva empleada y dado el nuevo escenario ha tenido que posponerlo. Así que hora hay que cruzar los dedos para que Cayón salga del bucle la semana que viene.