Si miráramos de frente...
El retrato fotográfico vertebra la segunda parte del proyecto expositivo ‘Monólogo y Silencio. La muestra del Casyc, que reivindica el rango de disciplina artística de la fotografía, trazará esta primavera el relato de una época a traves de los fondos de la Fundación Caja Cantabria
Guillermo Balbona
Lunes, 10 de abril 2017, 07:16
Decía Julio Cortázar, el autor de Rayuela, que "entre las muchas formas de combatir la nada, una de las mejores es hacer fotografías". Y el fotógrafo Richard Avedon aspiraba a hacer retratos "tan intensos como las personas". Entre la trascendencia del primero y el deseo del segundo, fotografía y retrato dialogan como una forma de mirar y mirarnos, de búsqueda y de conocimiento, de mapa ajeno que es el nuestro en realidad.
Por tradición, unas veces, y por ansiedad artística otras, la imagen ha fijado su objetivo en rostros, espejos sociales, poses, miradas reveladoras o señales enigmáticas. El retrato es el eje de la próxima apuesta expositiva por la fotografía de la Fundación Caja Cantabria. En realidad, en este caso, la otra cara de un díptico, el reverso de un proyecto que tiene en común el territorio diverso y plural de los fondos artísticos de la entidad y, por otro, esa inmersión en el rostro humano desde numerosas variantes.
La segunda parte del proyecto expositivo Monólogo y Silencio, organizado por la Fundación de la Caja, presenta como referencia el Retrato Fotográfico a lo largo de la segunda parte del siglo XX y en el XXI, bajo los parámetros de "la democratización de la imagen, multiplicación y la seriación". Hace apenas dos semanas se inauguró en la sala de exposiciones de la entidad en Tantín La extensión interior del gesto; La pintura a traves de obras de Iturrino,María Blanchard, Solana, Mengs, Quirós, Cossío.
La Colección Caja Cantabria, como en los últimos años, comparte con el público la evolución estilística de la pintura y la fotografía a través del retrato. Los cuatro ámbitos cronológicos y su correspondencia temática en la actual muestra de pintura son: El retrato aristocrático (siglos XVII-XVIII); El retrato burgués (siglo XIX); Retrato objetivo y retrato intimista (siglo XX); y El retrato como símbolo del status social, político y religioso (siglo XIX). Y, desde ahora, el retrato en el arte como objeto de reflexión se complementará en las próximas semanas con la muestra dedicada de forma monográfica a la fotografía en las salas del Casyc Up.
La fotografía adquiere, a partir de mediados del XX, el rango de disciplina artística que se acrecienta en la actualidad. Como señalaba el escritor y poeta Manuel Arce, en el prólogo de la obra Ángel de la Hoz. Fotógrafo, editada por la Obra Social de Caja Cantabria en 1993, "la fotografía se desprende a partir de los años sesenta de esa especie de estatus de subsidiariedad al que le habían relegado no sólo los pintores en general-y la crítica en particular-, sino también aquellos artistas plásticos que, en algún momento, aprovechándose de ella, la había utilizado". Y dentro de esta nueva disciplina artística, el retrato fotográfico se configura como una de las variables más representativas. La capacidad de captar el instante, el gesto, la mirada, el alma las capacidades duales de la cámara de subjetivizar la realidad, pero también de objetivarla, a las que alude Susan Sontag en su obra Sobre la Fotografía, dota a la fotografía de un privilegio antes exclusivamente reservado a lo más excelso del genio pictórico. En sus palabras, "muchas personas se ponen nerviosas cuando están por fotografiarse: no porque teman un ultraje, como los primitivos, sino porque temen la reprobación de la cámara. Quieren la imagen idealizada: una fotografía donde luzcan mejor que nunca. Se sienten rechazadas cuando la cámara no le devuelve una imagen más atractiva de lo que realmente son".
Una de las virtudes de la fotografía, a través del retrato, es la posibilidad de reflejar el relato de una época. Una vez más la dualidad objetividad/subjetividad lo impregna todo. Arce reflexionaba al subrayar que "a una sociedad se le puede retratar de muchas formas, pero cada fotógrafo la retrata sólo como él la ve, como él la necesita, como él la teme o como En el caso de la Colección Caja Cantabria, la sección de retrato fotográfico permite adentrase en diferentes momentos de la sociedad a través de la mirada diversa de Ángel de la Hoz, de Pablo Hojas; del autorretrato de Ciuco Gutiérrez o Jorge Fernández; o los interrogadores del rostro humano que son Luis Otí y Humberto Rivas; del retrato como elemento reivindicativo inserto en uno de los dramas de la sociedad actual con Raúl Lucio; del retrato que aprehende el afán cotidiano con Javier Lamela; por citar algunos.
La colección está integrada actualmente por más de un millar de piezas de pintura, escultura, fotografía, artes decorativas y muebles además de un amplio apartado bibliográfico y documental. Los fondos de pintura alcanzan casi las quinientas obras, de las que medio centenar pertenecen a autores antiguos. La colección se especializa en la obra de autores regionales a medida que se acerca a la actualidad. El interés por no dejar al margen una disciplina tan importante como la fotográfica se materializa en un fondo de imágenes que supera las 200 piezas. El caso de Angel de la Hoz es el más representativo al prodigarse en el retrato con profusa maestría. Sus imágenes destacan además por su valor patrimonial y por ser un auténtico álbum de la memoria, además de servir de testimonio de la nómina creadora de Cantabria. Gerardo Diego, Jesús Otero, Cossío y Gerardo de Alvear, entre otros, que abarcan un periodo fructífero entre 1952-1977. Hace casi una década se publicaron sus Memorias con Arte en la editorial cántabra Valnera que incluían un tomo de cerca de 80 fotografías, la mayor parte de ellas retratos de personajes de la cultura cántabra que certificaban este idilio entre autor y género: José Hierro, Joaquín de la Puente, Manuel Arce, Ricardo Zamorano, Carlos Salomón, Alejandro Gago, Julio de Pablo, Julio Maruri, Vital Alsar y Benito Madariaga, entre otros mucho