«Sin rebeldía, la poesía se quedaría estancada»
La reflexión sobre el sentido y el destino de la escritura atraviesa el regreso, 'En papel', de una de las voces históricas de la creación poética de Cantabria
Al silencio (público) ordenado, aunque la creación se mantuviera viva, le siguió una profusa y activa presencia en las redes sociales. Ahora sus poemas han vuelto a su hábitat, 'En papel' (Mahalta Ediciones), donde el poeta santanderino Luis Miguel Malo Macaya reflexiona sobre el propio sentido de la escritura. «En esta luz de marzo, solo y lejos/ estoy llorando nombres que me faltan». En el prólogo del poemario Pedro López Lara recomienda al lector: «Disfruta de sus muy disfrutables versos, saca provecho de las verdades y ficciones que contienen, de la sabia confusión de unas y otras en que consiste su mensaje cabal». De 'Solo de amor', en 1979, a 'Nominación a tientas' en los noventa, su obra ha sido incluida en numerosas antologías. En 2017, tras un largo silencio editorial, surgió su libro 'A mi indebido tiempo'. Una voz, la de Malo Macaya, convencida de que la poesía es un «gran vehículo de conocimiento con el que podemos cuestionar el mundo».
-Más allá de ese juego especular de traiciones, del que habla el prologuista con certera ironía, ¿por qué ahora este poemario?
-Es la consecuencia de una suma de circunstancias felices que al final han podido reflejarse en una edición cuidada, que ha sido posible al estímulo fundamental de buenos amigos que han creído que mi poesía debía recibir un impulso y verse reflejada en papel. Tan solo debo agradecérselo.
-«Escribo por si acaso/Por si tal vez, escribo». ¿Es sano mantener en vilo a la escritura, ponerse en duda y en entredicho?
-Yo creo que la duda es consustancial al conocimiento. Es muy difícil avanzar por la vida sin vacilaciones. Yo puedo decir que he caminando por ella apoyándome no solo en mis dudas sino también en mis contradicciones. Como es lógico, ha de reflejarse tanto en mi poesía como en mi manera de entenderla.
-Por cierto, ¿escribir en las redes sociales implica otra textura, otra voz, otra forma?
-Posiblemente sea así. Al fin y al cabo, las redes están pensadas para que sean interfaces de comunicación rápidas, asequibles a cualquier usuario y, sobre todo, fugaces. En ese sentido, en mi caso, mi poesía es prácticamente un vuelco de la conciencia que transcurre muchas veces en la madrugada. En el libro hay un período de reflexión, de puesta en valor, que no se produce cuando escribes un poema para ese consumo rápido. No obstante, el oficio y la inspiración espero que me respalden también en esos momentos.
-'¿A mi indebido tiempo' es ahora un tiempo que se agota y urge la poesía?
-Tal vez haya algo de esa sensación que reflejo en muchos de mis poemas en este libro; esa urgencia ante un tiempo que se va escurriendo por el sumidero del olvido y ante esa verdad, la única que conocemos con certeza al nacer, la poesía actúa como un asidero que a mí me sirve para restañar las heridas inevitables que lleva el hecho de existir, con las que poder decir que realmente hemos vivido.
-Treinta años después de 'Nominación a tientas', ¿el poeta Malo Macaya es el mismo y distinto, es el idéntico perseguidor de palabras que construyen una identidad, un lugar en el mundo?
-A pesar de que nunca podemos ser el mismo, sí puedo afirmar con rotundidad que ahora, como entonces, la poesía, el hecho poético, ajeno y propio, ha sido el estímulo que siempre me ha acompañado y el que ha posibilitado que siga militando en este selecto club de la palabra precisa y exacta. En ese sentido sigo estando en el mismo lugar, contemplando el mundo con esa prisma, un tanto caótico que busca y persigue las cosas y los hechos para ponerles la palabra poética, aquella que surge del caleidoscopio personal que nos construye y con el que desarrollamos nuestra propia identidad.
-¿Qué significa ser poeta en el siglo XXI?
-No lo sé muy bien. Quizás yo quiera con mis versos más que intentar conocer el mundo, conocerme a mí mismo. Sin duda, la poesía es un gran vehículo de conocimiento con el que podemos cuestionar el mundo y, en ese sentido, los nuevos retos a los que nos enfrentamos en este nuevo siglo, cada vez más viejo ya pero siempre renovado gracias a la poesía.
-«Sigo jugando/al escondite con mi propia sombra». ¿Solo cabe el fingidor y el resto dejarlo a las palabras?
-Desde luego la palabra es el gran arma del poeta y, en un sentido más amplio, del escritor. Por tanto, la literatura, como bien decía Pessoa, nos ayuda a escapar de la vida. Al menos de una parte de ella. Todos los que hacemos poesía nos evadimos a través de esos otros que nos componen y acompañan.
-¿Le interesa el entorno cultural en el que vive, o ha sustituido el entusiasmo y activismo de los tiempos de Cuévano por el distanciamiento?
-Ha habido una época larga en que ese distanciamiento ha sido evidente. Un prolongado silencio ha acompañado a ese alejamiento de los circuitos poéticos, manteniendo tan solo contacto con algún amigo muy concreto. Curiosamente, todo se ha quebrado por esa inmersión que tuve hace unos años con las redes y que me ha conectado otra vez con ese mundo de relaciones, si bien desde la distancia, porque queridos compañeros de redes, para qué conocernos más allá de estos muros.
- ¿Nombrar es una tarea de héroes?
-Así puede entenderse. Ahora bien, de héroes sin espada, más bien con batín y pantuflas.
-¿Escribir es, sobre todo, exponerse?
-Sí, rotundamente sí, pero lo verdaderamente importante es que esa exposición trascienda para que el lector pueda identificarse en ella.
-¿Qué lugar otorga al lector?
-En poesía los lectores son muy escasos. Eso no ha cambiado a lo largo de los siglos. Por ello, cuando yo, como poeta, me comunico con alguno de los lectores que pueda tener lo sigo viendo como un regalo. A fin de cuentas, también se escribe para poder llegar y ser leídos.
-Sin subversión, desobediencia, ¿la poesía es menos poesía?
-Precisamente eso es lo que ha hecho que la poesía avance y pueda ser reflejo del tiempo que la corresponde. Sin esa rebeldía, se quedaría estancada.
-¿La poesía es el mejor antídoto frente a la inmediatez?
-Vivimos unos tiempos en los que todo debe de ponerse en valor con rapidez y sin una gran intermediación intelectual. La poesía y la lectura en general exigen esa reflexión y ese tiempo de meditación.
-¿Cuál es su geografía poética? ¿Mantiene su fidelidad a los clásicos? ¿Busca otros asideros?
-Pertenezco a una generación en la que aprendimos a querer la poesía a través de los clásicos, algo que ha de reflejarse inevitablemente en mi poesía. Sin embargo, sí he sabido ir saboreando y añadiendo a mi bagaje poético muchos poetas y muchas tendencias que se han ido desarrollando en mi larga vida. Luego, pero como con todo, está esa labor selectiva, máxime con la cantidad de autores y títulos que se prodigan. Ahora bien, no entendamos por clásicos tan solo a los poetas de siglos pasados. Yo creo que muchos poetas del siglo XX, son clásicos de derecho y por derecho.