Un problema matemático a la mano, un dictado al pulgar
La peña Rebujas de San Mateo de Buelna inicia un proyecto pionero que combina refuerzo educativo y escolar con lecciones sobre la bolera
Las alumnas se aplican en sus libros. Matemáticas, lenguaje, sociales...las materias son variadas, la dificultad moderada, pero todas ellas saben que cuando acaben tendrán ... su recompensa: una hora de bolos. En la peña Rebujas no paran de innovar. Recién finalizadas las fiestas, o no fiestas, de San Mateo y acabada la primera temporada bolística en la que han contado con una partida absoluta femenina, han puesto en marcha un proyecto pionero en el que estudio y madera se aúnan a partes iguales para sembrar los cimientos de los bolistas y las bolistas del futuro. Se llama Academia Rebujas.
El proyecto comenzó la semana pasada y, hasta que pueda crecer con la inauguración de la bolera cubierta de Los Corrales cuenta con seis alumnas y una monitora, Susana Díaz, jugadora de la peña Carandía y estudiante de magisterio. «Estamos trabajando lunes y jueves dos horas, la primera es de aula, las niñas trabajan lo que dan en clase y yo les ayudo y la siguiente hora vamos a la bolera».
Además de compaginar horas de estudio y de deporte y que ningún tutor pueda poner los estudios como excusa para no llevar a su hijo a la bolera, la idea de la peña Rebujas va más allá y abarca un nuevo modelo en el que sistema educativo y deporte van estrechamente unidos. «Tras 40 años nos dimos cuenta de que había que dar un impulso a la escuela, ya no vale con captar alumnos, sino que tienes que competir con otros deportes. La bolera cubierta nos ha permitido dar el paso para competir con el resto de disciplinas con un valor añadido», apunta Rubén García, presidente de la peña.
De momento la actividad da sus primeros pasos con seis alumnas, de entre las que hay algunas que ya habían tenido contacto con los bolos y otras que apenas habían pisado una bolera. Susana valora el número de miembros actual de cada grupo como el ideal para la tarea a llevar a cabo. «Con un grupo mayor no puedo tener la dedicación que necesitan».
Reclutar alumnos para la escuela, que los niños se acerquen y tengan contacto con los bolos o favorecer la conciliación familiar son algunos de los objetivos marcados en un decálogo que deja bien a las claras que en San Mateo no se han lanzado a la piscina y tienen claro el camino a seguir. Rubén va más allá, y cree incluso que el proyecto puede servir para que algunos jóvenes den el paso para iniciar el camino de la enseñanza. «Desde las instituciones apuntan a que no hay docentes preparados para absorber los bolos en los colegios, estamos alimentando potenciales profesores que luego enseñen bolos en los colegios».
La feroz competencia con otros deportes hace que el tiempo en el aula sea un valor extra para las familias. «Si un niño llega a casa con los deberes hechos y después de una hora de deporte hace que los padres estén más contentos que los críos», sentencia.
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