Borrar

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Más allá del morbo de los regresos –Setién, Canales, ya se sabe–, incluyendo el efímero retorno del fútbol de élite, por mucha ilusión con que se afrontara el partido contra el Betis, ni en los sueños más húmedos de los racinguistas más recalcitrantes entraba en el guión el Racing tan espectacular que nos brindó el partido de Copa. Más allá del resultado, lo que el jueves ofreció el Racing fue mucho más valioso que cualquier eliminatoria. Y no me digan que hubo un solo racinguista que no viviera emocionado el final de la primera parte y el inicio de la segunda, ese minuto treinta en el que el campo parecía inclinarse hacia el sur y el Betis miraba el reloj de reojo, esperando que escampara el vendaval, o el escalofrío generalizado cuando el cabezazo de Jon Ander encontró el palo. Porque el Racing, durante muchos minutos, fue un ciclón, al que sólo le faltó traducir en gol toda la emoción que electrizó esos minutos vibrantes. Esos minutos, claro, no son un ascenso ni un título, pero valen tanto o más. Y quien haya vivido estos siete años de calamidades –¿qué espejo rompimos?– seguro que este jueves sintió esa misma emoción de ver a su Racing compitiendo como si todo esta travesía del desierto hubiera sido un mal sueño, y el Betis fuera, como siempre ha sido, un rival más de nuestra liga.

Luego en Sevilla pasará lo que tenga que pasar, pero lo disfrutado el jueves no nos lo quita nadie. Con tanta satisfacción, casi ni apetece quejarse de un árbitro empeñado en recordarnos que ahora el pez chico somos nosotros; debería haber expulsado –incluso, dos veces– a un Feddal que fue una auténtica calamidad, y se ve que había tomado buena nota de cómo se aplica la ley de la ventaja tras el partido entre la Cultural Leonesa y el Barça: sólo si favorece al grande. En el minuto diecinueve nos dio una lección magistral. Y tampoco diremos nada de lo rápido que caían las tarjetas para los locales y lo que le costaba sacársela a los visitantes. En fin, qué le vamos a hacer. Con eso ya contábamos. Esperemos, eso sí, que ningún ojeador estuviera viendo el partido, porque a Sergio nos lo llevan seguro.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios