Casi un siglo a vueltas con el estadio
La posibilidad de reformar los Campos de Sport, ya fuera el antiguo o el actual, o mudarse a otro lugar son una constante en la historia del Racing
La propuesta del Racing de reforma integral, ampliación y adecuación para servicios adicionales de los Campos de Sport ha reabierto un debate recurrente en Santander ... ya desde la posguerra. Se han barajado posibilidades para ampliar un estadio que conforme el club, la ciudad y el fútbol en general crecían se iba quedando pequeño. También para trasladar el recinto a otra zona e, incluso, municipio. Hasta 1988 el Racing se mantuvo en su domicilio fundacional con sucesivas reformas y ampliaciones, entre ellas la emblemática tribuna de hormigón que en los años sesenta sustituyó a la clásica de madera. Por el camino también se barajó en los años cuarenta construir un nuevo estadio, al principio en la calle Alta (entonces denominada Calzadas Altas) y después en La Gándara. En dos ocasiones, la primera en los sesenta, se sopesó hacerlo en La Albericia, sobre el solar de las actuales Instalaciones Nando Yosu –en 1982, se llegó a someter a votación de los socios compromisarios, que lo rechazaron–, e incluso el Ayuntamiento de Bezana se mostró receptivo a acoger el estadio.
Con la construcción del nuevo campo el debate se cerró, pero en falso. A finales de los noventa se estudió mudarse a Monte y en 2002 se presentó un proyecto para ampliar el estadio y construir un centro de ocio. Le siguieron la idea truncada de Silver Eagle para edificar uno nuevo en Las Llamas y las infografías que en 2023 presentó Alfredo Pérez en busca de financiación para un lavado de cara que concluyera en 2026.
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De todos estos antecedentes, muchos de ellos quedaron solo en ideas. En ocurrencias, incluso, en algún caso. Solo dos tuvieron enjundia suficiente para haberse llevado a cabo. El de Santiago Díaz en 2002 se topó con la negativa del Ayuntamiento. El municipal de 1944, con un cambio de inquilino y de estrategia en la Casona.
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1942
Llevar el campo a La Gándara
Era un proyecto estrella de Emilio Pino, alcalde de Santander entre 1937 y 1944. Un estadio municipal cuyo proyecto ya estaba ultimado para que el Racing abandonara los Campos de Sport, que aún no eran propiedad del club, para trasladarse al nuevo campo. Ya con los presupuestos asignados, los planos aprobados, las expropiaciones iniciadas, el proyecto terminado y el crédito solicitado, el abrupto cambio en la alcaldía paralizó el proyecto.
Ya en 1942 el Ayuntamiento de Santander había comenzado a trabajar en la idea de uno de sus concejales, Fermín Sánchez, íntimamente ligado al deporte y los medios de comunicación. Sánchez, periodista de El Pueblo Cántabro con el seudónimo de Pepe Montaña, exárbitro, socio fundador del Marítimo y muy ligado al Racing.
Tras visitar un solar en la prolongación de Canalejas que llegaba hasta Menéndez Pelayo, Pino, Sánchez y el arquitecto Ramiro Sáiz Martínez optaron por otro en la cuesta de La Gándara como parte de un ambiciosísimo plan que incluía la construcción de un nuevo túnel bajo el Paseo del Alta, rebautizado ya como General Dávila, que conectara la vaguada con el Río de la Pila.
El 28 de febrero de 1944 el Ayuntamiento aprobó la construcción del estadio, con capacidad para 38.178 localidades (4.600 cubiertas ampliables a más de 10.000, aunque reducidas a 33.228 para partidos de fútbol), se iniciaron los trámites para las expropiaciones y se gestionó un crédito de diez millones de pesetas con el Banco de Crédito Local destinado a financiar las obras del Hotel Sotileza y del campo de fútbol, que incluía pista de atletismo y ciclismo e incluso bolera.
Para salvar la orografía, la grada sur se debía construir aprovechando el desnivel, facilitando así el acceso a varios niveles, según la zona desde la que se acometiera. El 24 de abril, se trasladaron los planos al Consejo Nacional de Deportes, que cuatro días más tarde los aprobó con capacidad para 38.178 localidades (4.600 cubiertos ampliables a más de 10.000), aunque para partidos de fútbol quedaba reducida a 33.228, con acceso principal en una nueva calle construida a partir de la avenida de Castañeda y otros desde la prolongación de la avenida de los Castros y desde una circunvalación que la conectara con la carretera de la Segunda del Sardinero.
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2002
El centro de ocio de Sadisa
En 2002, con Ángel Gutiérrez Coterillo como presidente y el Grupo Sadisa de la familia Díaz como máximo accionista, el Racing presentó un proyecto para la construcción de un centro de ocio que, en la práctica, suponía una remodelación integral del estadio que generara nuevos ingresos al club a través de la explotación comercial. El proyecto del arquitecto Luis Castillo llevaba por nombre Centro Racing Sardinero e incluía, además de zona comercial, restaurantes, un hotel, salas de cine y un aparcamiento cubierto de más de 700 plazas con un presupuesto de ejecución de 85 millones de euros. Se planteaba un doble objetivo: ampliar la tribuna en unas 5.000 localidades y generar ingresos atípicos, una meta en cierto modo similar a la actual, aunque lo que más preocupa al actual Racing es restaurar el estadio e incrementar el aforo.
La propuesta, que debía financiar el propio club o su accionista de referencia a través de la posterior explotación de los espacios generados, se topó entonces con la oposición del Ayuntamiento de Santander y generó un encendido debate en la ciudad hasta que fue finalmente rechazado o, en el caso verdiblanco, aparcado, en una situación que contribuyó a desencadenar a medio plazo la salida del club de Santiago Díaz y el Grupo Sadisa.
Comprados en 1953 por 3,3 millones de pesetas...
El 10 de abril de 1954, el Racing compró los antiguos Campos de Sport, de los que hasta entonces era inquilino, a la familia Castañeda, a cambio de 3.250.000 pesetas más 75.000 de gastos. Aquella decisión estratégica, históricamente determinante para el club, fue fruto de la necesidad y la crisis económica que arrastraba por el crédito solicitado y la venta anticipada de abonos con la que se llevó a cabo la construcción del gran equipo de 1950. Los verdiblancos supieron hacer de la necesidad virtud.
Basilio de la Riva acababa de asumir la presidencia, sustituyendo al histórico Manuel San Martín, que ya había comenzado a buscar fórmulas para adquirir los Campos de Sport. El derrumbe de una tribuna y la visión de futuro hacían aconsejable la compra, máxime ante el constante incremento de la renta –en 1953 era de 2.500 pesetas mensuales– y las obras de mantenimiento a fondo perdido que debía acometer constantemente el club, como sucedió tras el desplome de una tribuna, mientras acumulaba impagos de la renta. El 16 de septiembre de 1953, el club recibió una orden de desahucio de los Campos de Sport por una deuda de casi seis millones de pesetas (36.000 euros)
Consiguió entonces recabar el apoyo del alcalde de Santander, Manuel González Mesones, que medió con el portavoz de los propietarios, Francisco Fernández Cervera.
Además, la Casona apoyó económicamente la iniciativa a cambio de que tras la compra el Racing cediera una parte del amplio terreno que rodeaba el campo de fútbol para uso público, como así se hizo. Superficie había de sobra, porque los viejos Campos de Sport habían tenido incluso aparcamiento interior.
También participaron la entonces Diputación Provincial, el Gobierno Civil y la Federación Española de Fútbol, que concedió un crédito. El club desvió todos los recursos posibles a la compra, recaudó dinero entre sus aficionados (suscripción popular con donativos de diez, veinte y cincuenta pesetas) e incluso se celebró una becerrada con posterior partido de fútbol en el ruedo. Al fin, el 10 de marzo de 1954 se llegó a un acuerdo con los herederos y un mes después se hizo efectiva la compra.
...y vendidos en 1983 por 175
El 17 de marzo de 1983 el Ayuntamiento de Santander compró los antiguos Campos de Sport a través de una compleja operación económica acordada con el Racing. Los embargó por los 36 millones de pesetas que le debía el club y, puesto que su valor era muy superior e indemnizó además a la entidad con otros 139 y la construcción de un nuevo estadio, de titularidad municipal, pero del que se concedía al Racing el uso indefinido. El contrato original dejaba a potestad de la Casona como tercera partida del pago remodelar el recinto histórico o construir un nuevo estadio, como finalmente se optó
El Racing perdió así la propiedad de su estadio, del que fue propietario durante tres décadas, en el último capítulo de una complicada historia ligada a su endémica crisis financiera. En 1971, el Banco Hipotecario estuvo a punto de embargar el estadio, lo que se evitó con un crédito puente de la Caja de Ahorros de Santander que se sufragó unos meses después con el traspaso de Santillana, Aguilar y Corral al Real Madrid por unos 20 millones de pesetas Un ingresó que saneó la economía verdiblanca y dejó su principal patrimonio sin cargas.
La ubicación del estadio y la diferente legislación de la época convirtieron su solar en muy apetecible para la urbanización, lo que hubiera permitido al Racing una jugosa operación para su venta y traslado a otra zona de la ciudad salvaguardando su patrimonio, con un nuevo estadio –se barajó como sede las actuales Instalaciones Nando Yosu) y beneficios económicos. En las temporadas 72-73 y 77-78 la asamblea de compromisarios aprobó sendas ventas que nunca se llevaron a efecto. El entonces presidente, José Luis Cagigas, trató de revitalizar sin éxito la operación (una inmobiliaria tuvo incluso oficina en los bajos del propio estadio) a principios de los ochenta, pero se vio abocado después a pactar la venta con el alcalde de Santander, Juan Hormaechea.
Cuando Alfredo Pérez auguró un nuevo estadio para 2026
«Queremos que el estadio no sea solo un recinto deportivo, sino un icono de la ciudad que pueda tener más usos», decía el entonces presidente del Racing, Alfredo Pérez, cuando el 16 de febrero de 2023 anunció su intención, aprovechando la inversión del Ayuntamiento de Santander tras la firma del nuevo convenio de uso del estadio, de disponer de un estadio completamente renovado en 2026. Lo hizo en una presentación en la que mostró cuatro infografías encargadas a un estudio para la reparación y decoración de la fachada. Pero fue más allá. Anunciaba que con una inversión de diez millones de euros podría remozarse el estadio para darle más usos, aprovechar los bajos y solventar sus deficiencias estructurales. En realidad, eso hubiera bastado solo para la chapa y pintura, no existía proyecto financiero y quedó aparcado cuando solo unos meses después el propio Pérez y Pedro Ortiz vendieron el paquete mayoritario de acciones a Sebastián Ceria y Manolo Higuera.
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