Julio no pinta bien
Si me preguntan dónde querría pasar el mes de julio, escogería... un colegio. Los colegios ahora mismo deben ser remanso de silencio y solaz. De ... una paz que nos quitaron al devolvernos a los niños.
Julio. Ese mes en el que los días vuelven a acortarse, pero a mí cada vez se me hacen más largos. Ese mes en el que, sin dejar de trabajar, tienes que subir a x2 nivel de padre/madre. Muchos te dicen: «No te preocupes, que hagan su vida y que disfruten». Una mierda. A un adolescente con eterno tiempo libre lo dejas fluir y es como un río sin cauce: que se desparrama.
En función de la edad del sujeto, desparramarse vendría a ser dejarse abducir por la 'Patrulla Canina', por internet, por una serie de ocho temporadas de 2006, por infinitas horas de playa, por videojuegos, o por las fiestas de todos y cada uno de los malditos pueblos a 80 kilómetros a la redonda. ¿Cómo no vamos a diseñar un paquete de contramedidas?
Si usted prefiere para su hijo, ahora sin colegio, que salga al aire libre, que estudie algo nuevo, que haga deporte, que esté con gente, y por supuesto, que vaya a alguna de esas fiestas de los pueblos (si hay vacas, se va, claro), tiene que ayudarle. Hay que ponerle un cauce. Hay que 'tirar' un poco para que haga algo productivo. «Pero si mi hijo me dice que no quiere ir a esta actividad/campamento/recolección de lana ovina… no tengo derecho a obligarlo».
No tiene usted el derecho: tiene el deber. Viven bajo su techo y comen su comida. Hasta entonces, establezca sus horarios y sus normas (con flexibilidad). Cuando se valgan por sí mismos, ya decidirán. Y si lo hemos hecho bien, ellos mismos decidirán no desparramarse en los 'julios' de sus vidas. Y seguirán un cauce. Esta vez, el suyo.
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