Dos amigos
uan González Mirones y Luis Santos, continuadores de la saga familiar Blanco y Santos, historia viva de la pastelería de Torrelavega, comparten café cada mañana
No cabe duda de que la competencia entre los profesionales del mismo gremio es muy dura, especialmente cuando vienen mal dadas. Sucede en todos los ... ámbitos. Cuando el espacio donde desarrollan su trabajo es muy reducido, aún es mayor. Puede haber buenas palabras, exquisita educación, pero yo creo que se miran con el rabillo del ojo. Incluso ante los clientes propios dejan caer alguna velada crítica a su vecino sobre los precios a los que vende, la calidad del producto o los precios que ofrecen. Es la lucha por el mercado. Por eso llama poderosamente la atención la relación de dos confiteros de Torrelavega, con su obrador a uno y otro lado de la calle Consolación, separados apenas por unos metros y ofreciendo los mismos pasteles, los mismos hojaldres y las mismas tartas; bueno, más o menos, pero bajo una mano maestra diferente. Me refiero a Juan González Mirones y Luis Santos, continuadores de la saga familiar Blanco y Santos, historia viva de la pastelería de Torrelavega. Su amistad hunde sus raíces en el tiempo y enlaza con las respectivas sagas familiares.
Se les puede ver todos los días en la esquina del café Central desayunando tranquilamente comentando la actualidad de la vida cotidiana o política, algún chascarillo protagonizado por ciudadanos de Torrelavega o alguna anécdota de los que pasan por delante del café. Fieles a la amistad y a la cita diaria, Carmen los recuerda desde los primeros años noventa cuando se puso al frente de café, reuniéndose todos los días. No estoy seguro que ocupen siempre la misma silla cada uno. Después de la conversación relajada, Juan vuelve a la confitería a seguir trabajando. Luis, ya jubilado, quizá entre un rato al obrador a ver a su hijo, a preguntar si necesitan algo. Ya cumplió con creces su etapa laboral. Muy próxima a culminarla, Juan. Mucho me gustaría un día ser testigo de uno de sus encuentros cotidianos. Cómo combinan café y palabras, la confianza acrisolada por tantos años de amistad con la vehemencia y el carácter que los dos tienen. ¿Comentarán temas profesionales? ¿Hablarán más de los nietos? ¿Acaso sobre su pasión deportiva, el golf? Se lo tengo que preguntar.
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