Cuestión de liderazgo
ANÁLISIS ·
La autoridad de Zuloaga y de Buruaga en sus partidos se tambalea, en contraste con la jerarquía interna que mantiene Revilla en una situación de desgaste por la pandemia y la crisisLos detractores de Miguel Ángel Revilla, que no faltan, se preguntan irritados cómo es posible que el veterano político regionalista coseche cada vez más votos ... con el paso de los años hasta conseguir ganar las elecciones autonómicas, por vez primera y de forma contundente, en mayo de 2019. Se indignan cuando perciben un Gobierno bipartito sin cohesión ni modelo socio-económico, que prorroga sus proyectos -los trenes, La Pasiega, la mina de Reocín- de una legislatura a otra sin conseguir avances sustanciales, cuando los indicadores económicos tampoco mejoran y cuando al presidente que dedica más tiempo a las televisiones que al despacho, luego le premian las urnas. Para encontrar la explicación seguramente debieran ampliar el foco al conjunto del espectro político, al PSOE de Pablo Zuloaga y al PP de María José Sáenz de Buruaga, con sus visibles déficits de liderazgo, que es justamente lo que le sobra a Revilla, incluso en plena pandemia.
El regionalismo ha consagrado una rutina. Cada cuatro años aclama a su fundador y candidato eterno sin competencia y luego el jefe ejerce el mando: escribe solo y de su puño y letra la lista electoral con sus premios y castigos, decide los nombres de la ejecutiva, nombra consejeros y dicta en cada momento el discurso del partido sin ninguna interferencia. Así es desde hace cuatro décadas y así será hasta que algún día llegue el momento de la sucesión que preocupa a los regionalistas más de lo que se atreven a reconocer.
El hiperliderazgo de Revilla contrasta con la débil autoridad de las jefaturas de PSOE y PP. Las primarias, un bienintencionado mecanismo de democracia interna, terminan por hacer estragos y las intromisiones de las cúpulas nacionales tampoco ayudan. En 2017 Pablo Zuloaga logró una sólida victoria en su audaz asalto al fortín de Eva Díaz Tezanos, secretaria general del partido y vicepresidenta del Gobierno. Tres años después, su ascendiente se tambalea, como se ha visto en el adiós con portazo a la ejecutiva de Agustín Molleda, alcalde de Cartes, con peso en el partido. Un veterano dirigente socialista ahora en funciones de observador señala que la unidad construida sólo para desalojar a quien ostentaba el mando siempre termina en división.
Pero también han socavado la jerarquía de Zuloaga algunos episodios forzados por la política nacional o por la cúpula federal del PSOE: por ejemplo el órdago de ruptura al PRC por el voto de la investidura de Sánchez, que acabó en rendición vergonzante. Antes se cambió la lista del 10-N al Congreso para colocar a Pedro Casares, convertido luego en embajador plenipotenciario de Sánchez en Cantabria, y más tarde se nombró a una delegada del Gobierno, Ainoa Quiñones, contra el criterio de Zuloaga y su ejecutiva, que han tenido que tragar un sapo tras otro.
Zuloaga, que se apuntó un aprobado sin tirar cohetes en las urnas autonómicas, se mantiene al frente del aparato y en la Vicepresidencia del Gobierno, lo cual no es poco para afrontar un congreso, pero él mismo demostró que esos cargos no suponen una garantía. Habrá que ver si alguien se atreve a disputarle el liderazgo y si Ferraz interviene, pero en todo caso el ruido interno es un lastre para él y para el partido.
Tampoco María José Sáenz de Buruaga ha tenido muchos momentos de tranquilidad desde que se impuso a Ignacio Diego en el encarnizado congreso de 2017. Nunca ha contado con el pleno respaldo de Génova desde que eligió la carta perdedora de Soraya Sáenz de Santamaría en el cónclave que ganó Pablo Casado. Primero fue la humillante designación de Ruth Beitia como fugaz candidata autonómica y ahora la desautorizan de nuevo en un asunto menor como la renovación de las juntas locales anuladas desde Madrid.
Buruaga y sus fieles no tienen mucho miedo a disputar un congreso, pongamos que frente al diputado nacional Diego Movellán, de adscripción casadista, a quien sitúan en todos los enredos desde el 'caso Beitia'. Lo que temen es que Génova proceda 'manu militari' para forzar el cambio. Y en la ecuación siempre está la opción de la alcaldesa de Santander, Gema Igual, bien valorada en Madrid y en Cantabria.
Los liderazgos del PP y del PSOE lucen demasiado endebles al aproximarse el ecuador de la legislatura, y justo cuando Revilla afronta el momento más delicado de su trayectoria, por el inevitable desgaste al frente de un Gobierno amenazado por la pandemia y la crisis económica. Pero el presidente regionalista apenas siente el aliento de sus adversarios, que más bien le buscan como refugio. El PSOE, naturalmente, quiere crecer desde el Gobierno de coalición. El PP ha cortejado al presidente para que mandase a los socialistas a la intemperie hasta que al llegar el debate de los Presupuestos regionales ha comprobado que eso no va a suceder por el momento, así que tiene que volver al ataque. Ciudadanos sigue en el apoyo al Ejecutivo para hacerse un poco visible en su precariedad. Sólo Vox parece conforme con su papel de único opositor a tiempo completo y hasta satisfecho de las invectivas que le dedica Revilla de vez en cuando.
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