La cultura confinada

A la incertidumbre sobre el final de la epidemia que nos asola hay que añadir las tremendas consecuencias económicas que se producirán en todos ... los ámbitos de la vida. Las cantidades que se nos dicen tienen tantas cifras que no podemos hacernos una idea de ellas. Las entendemos mejor cuando pensamos en cada sector en el número de trabajadores implicados en una cadena que hace que un producto determinado llegue hasta el consumidor. Cuántos son los posibles afectados. Uno de los territorios más damnificados por este tiempo ominoso es el de la cultura. Este periódico en sus páginas dedicadas a ella ha insistido mucho en ello. Suele ocurrir en los momentos de crisis, el eslabón más débil es el de la cultura. Sobre todo cuando no se la considera un bien esencial. Se ha comprobado durante este tiempo de enclaustramiento prescrito. Se podía ir a comprar pan, vino o cerveza pero las librerías estaban cerradas. Paradójicamente ha sido la cultura en sus más poliédricas formas de expresión la que para muchos ciudadanos ha hecho más soportable lo que va a ser una cincuentena. La literatura, el cine, la música nos han acompañando. En algunos casos, nos han ayudado a entender más lo incomprensible de esta situación. Paralelamente, muchos creadores, con más tiempo ahora en su domicilio, se habrán entregado a la creación tratando de concluir los proyectos aplazados por la falta de tiempo. Probablemente algunas de sus obras reflexionarán sobre el momento actual. Poetas y narradores, pintores, músicos, guionistas, estarán entregados, ilusionados, a sus proyectos. Esperarán editores, galeristas, empresarios, productores. Cuando librerías, galerías, cines, teatros se abran, cuadros, libros, canciones, películas nos esperan. No les olvidemos. Tampoco debieran las instituciones.