Fiestas navideñas

Metidos en plenas fiestas de Navidad, seguimos con los preparativos para las reuniones familiares y de amigos en torno a la mesa y para los ... viajes de los que se encuentran lejos de los suyos con el deseo de llegar a la convocatoria ritual. Siempre he pensado que hay dos fechas al año en las que incluso los más descreídos procuran volver a la casa familiar y a su pueblo, la festividad local y las Fiestas Navideñas. Una costumbre que se instala en nuestra memoria desde los años de infancia que es cuando se vive más intensamente, que se consolida con la disculpa de no contravenir el deseo de nuestros padres y que cuando nos queremos dar cuenta, con el paso del tiempo, ya mayores, somos nosotros mismos los que la deseamos. Primero la justificación eran nuestros padres, luego son nuestros hijos. Ritos, en fin, que se interiorizan más allá de los hábitos consumistas o los encuentros gastronómicos, los cuales, ya no representan la excepción que suponían antiguamente cuando eran unas comidas especiales, como las de las fiestas patronales. Ahora se come a la carta con una frecuencia, en muchas ocasiones, mayor de la que los bolsillos nos permiten, y la cena de Nochebuena en casa es más tentadora acaso por aquel plato que tan bien preparaba nuestra abuela o nuestra madre, que tantos recuerdos nos evoca, que una delicia especial de la nueva cocina. De igual manera se impone el deseo de ver a los viejos amigos e intercambiar unas palabras en los bares en los que nos encontrábamos habitualmente. Un blanco, una caña a mediodía, un café por la tarde, acompañados por abrazos, besos y sonrisas para recuperar recuerdos, evocar estampas de la memoria. En las conversaciones habrá tiempo para todo. Es frecuente que los de más edad cuenten escenas del pasado que los pequeños desconozcan, que alguna intimidad aflore.