Hay una idea muy extendida de considerar a los creadores, artistas, músicos o escritores, de ser unas personas de difícil trato. Suelen utilizar como ejemplo ... algunos nombres de genios atormentados con complicadas relaciones con su entorno: familia, amigos, actividad profesional. Van Gogh suele utilizarse como triste representante de estas personalidades complejas, artistas malditos. Los que así piensan prefieren disfrutar de su obra más que conocer su vida o mantener un trato con ellos. Cada uno sabrá según su experiencia personal. Porque hay creadores carismáticos que han sabido hacerse querer y ganarse el afecto de sus admiradores fieles. Un ejemplo muy próximo lo tenemos en Torrelavega con Eduardo Pisano. Al pintor de los Cristos y procesiones, de las flores y los payasos, de los de los rojos y negros stendalianos, siempre se le quiso en la ciudad, no sólo por la calidad de sus cuadros sino también por su bonhomía, por su sonrisa pícara y socarrona, seductora también, porque sin olvidar supo reconciliarse con la historia de España. Es posible que, al no residir de un modo continuo en la ciudad, no se viese enredado en esos pequeños celos y codazos que a veces se producen en la competencia creativa. Especulación de tertulia inútil. Lo cierto es que en Torrelavega, en la Casa de Cultura, tiene un espacio permanente gracias a la generosa donación del mecenas francés André Lycois a través de su hijo Eric Lycois. Un privilegio que su trayectoria artística y humana merece y que va a ser ampliado hoy con una pequeña sala que reúne dibujos (un retrato de su madre a carboncillo), bocetos, catálogos, fotografías y diversos objetos sentimentales vinculados a Pisano, entre ellos, una paleta de pintor.
Se añade a este emotivo homenaje un vídeo en el que participan amigos y críticos de arte hablando sobre su figura. Un nuevo aliciente para volver a visitar este pequeño, íntimo, museo personal en el que el espectador puede disfrutar de la obra en una sala monográfica dedicada al artista.
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