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La Navidad inunda las calles de Santander
Las luces, los adornos, las atracciones, la música y los puestos de comida atraen a vecinos y visitantes en el primer fin de semana de ambiente festivo
Para las cinco y media de la tarde, el sol prácticamente ya se había escondido esta tarde, pero las luces de Navidad de Santander no ... se encendieron. Casi parecía que alguien se había olvidado de pulsar el interruptor en la segunda jornada en la que tenían que brillar. Pero al final todo llega. Y a veces la vida te regala escenas sincronizadas como si fueran una secuencia de cine. Justo a las seis, ni un minuto antes ni uno después, el 'Navitrén' –ese que es como El Magdaleno pero que relumbra con bombillas y villancicos– atravesó Jesús de Monasterio encendiendo a su paso la iluminación de toda la calle. Y entonces, Mariah Carey comenzó a sonar con su mítico 'All I want for Christmas is you', el tema que cada año abre las puertas a la magia de estas fiestas y que ya inunda toda la ciudad.
La inconfundible voz de Carey sonaba con potencia en la plaza del Ayuntamiento. Ese es, tradicionalmente, uno de los centros neurálgicos de las Navidades santanderinas y esta vez no es menos. Posiblemente sea el punto con más brillo de toda la ciudad. Hasta la última rama, farola y esquina lucen un adorno, lazo o bombilla. Hay estrellas gigantes colonizando el espacio, un tiovivo, un escenario, atracciones y un puesto con algodón dulce y crepes. Y luces y más luces. Aquí se aplica la máxima del 'más es poco'. Hasta las personas que ahí se acercan van en muchos casos vestidas para no desentonar. No resulta complicado encontrar a chavalas con diademas de cuernos de renos y gorros de Papá Noel. O niños con orejeras para protegerse de un frío imperceptible, porque hacía una temperatura que resultaba más que agradable, pero hay que remar a favor del espectáculo.
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El espíritu navideño es tan poderoso que es difícil escapar de él. Se contagia. Estamos en esa época del año en la que un grupo de chicos de no más de 12 años puede bailar al son del 'Ropopón, ropopón' de Raphael –otro de los clásicos que no falta en el repertorio musical de la plaza– sin que parezca anacrónico ni ridículo. Llevar la cuenta de la gente que ha salido para disfrutar del ambiente navideño es tarea imposible. Pero a ninguno de los viandantes les pasa desapercibida la decoración. Los móviles que se alzan para capturar la estampa son incansables. E incluso a más de uno se le escapa una de esas exclamaciones que también son casi de película. Un «¡Ohhhh!» que, aún siendo teatral e incluso exagerado, no deja de resultar sincero.
Un río mágico
La plaza del Ayuntamiento es uno de los lagos navideños, pero cada calle de la zona funciona como afluente que riega ese ambiente. Pasa en Juan de Herrera, en San Francisco, en Calvo Sotelo... Ahí las luces han formado incluso un techo que lo cubre todo y del que parece que caen gotas; también hay arcos que forman un gran lazo de regalo y hasta en las jardineras han brotado las inconfundibles flores rojas de Pascua.
Navegando por esos ríos que inundan Santander de Navidad se llega a la plaza Porticada. La misma que normalmente está vacía, esperando acoger una actividad, y que en diciembre parece quedarse pequeña. Está, como de costumbre por estas fechas, la pista de patinaje de hielo con largas filas de personas aguardando para ponerse las botas –y también los guantes, que son obligatorios– para deslizarse por la superficie helada.
La Porticada también dispone ahora de colchonetas y juegos para niños, pero sobre todo es el punto perfecto para matar el apetito con los churros, que no pueden faltar en una tarde navideña. Desde ahí no hace falta andar mucho más para llegar a la plaza de Alfonso XIII, reconvertidos en un parque de atracciones que ha sido instalado como refuerzo al icónico carrusel que permanece inamovible todo el año justo al lado, en los Jardines de Pereda. Estos 'caballitos' no serían capaces de absorber la cantidad constante de grupos y grupos de niños que están dispuestos a acabar el año con diversión. Para ello se ha colocado ese viejo conocido en que se ha convertido ya para Santander el gran tobogán. Y a su alrededor, más juegos. Y de nuevo –porque no puede faltar– más puestos de algodón de azúcar, de gofres y de chocolate.
Lo cierto es que poco cambia la fotografía típica de esta céntrica zona en estas fechas con respecto a otros años. Si no fuera por el Ascensor Mágico de la Navidad, que es la gran novedad y que propone, en esos ya citados Jardines de Pereda pero frente a la Grúa de Piedra, un misterioso viaje con una duración aproximada de 30 minutos cada pase. De ahí, todo desemboca en el gran delta de este río que es la plaza Pombo. Ahí es donde se cuecen los regalos que habrá debajo del árbol en unas semanas. El Mercado Navideño ofrece bolsos, figuras, cinturones. joyas, ropa, bufandas, adornos y más artesanía... Y todo en muy poco espacio. Las aguas propias de las fechas más mágicas del año ya están aquí y en Santander no van a parar de fluir.
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