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Mary Rebecca Elliott on Unsplash

¿Cómo surgen los nombres de los establecimientos de hostelería?

La idea es encontrar un nombre original, sonoro, recordable, evocador, pero sucede también que de repente se impone uno por capricho

Jueves, 14 de mayo 2020, 15:21

Siempre me han despertado curiosidad los mecanismos que se ponen en juego a la hora de buscar un sustantivo para nombrar, sean personas o cosas, espacios, obras de creación o negocios. Hay lugares sobre los que no se sabe el origen de sus nombres. Siempre se les llamó así. Los títulos de libros, de películas o canciones en muchas ocasiones, siendo tan importantes, sin embargo no tienen nada que ver con su contenido, o es tan sutil la referencia que apenas existe. Hay autores que han contado que se jugaron con un colega un título brillante. En cuanto a los nombres que damos a los neonatos, son tan diversos y personales los motivos que casi cada uno es diferente, desde la repetición del de sus padres, el homenaje a algún antepasado familiar, al de un personaje público de moda en el momento del alumbramiento, pasando por la simpatía de los padres por alguna cultura de nuestra historia, sea la clásica helénica o de otras civilizaciones.

Pensaba yo estos días en ello al leer el nombre de un bar que se había inaugurado recientemente. Así como hay padres que ya tienen pensado el nombre de su hijo antes de tenerlo, sucede del mismo con algunas empresas. Y yo me fijaba en los de la hostelería. Suelen ir precedidos del perfil del local: Bar, cafetería, mesón, casa, taberna, tasca, café, parrilla, cervecería, pizzería, brasería, bistró, sidrería, hamburguesería, gastrobar… Y luego el nombre elegido. Son habituales y muy repetidos los que aluden al espacio físico en el que se encuentran: Cruce, Cuatro Caminos, Rotonda, Cuesta, Mirador, Rampa… O tienen como referencia un edificio: Iglesia, Puente, Palacio, Estación… Si el lugar es icónico, la geografía sugiere: Bahía, Ría, Faro, Puente, Playa…

Puede ser que tiren por el camino más fácil y tengan por nombre el de la calle donde se encuentran, con o sin su número: Guevara, Floranes… Y por extensión, abundan los referidos a la naturaleza y sus elementos con nombres de especies vegetales o animales: del acebo al oso, del limonar al corzo…

Los nombres de ciudades, algunas míticas, se multiplican de ciudad en ciudad, dado que no hay derechos de autor para estas designaciones: París, Viena, Roma y tantas otras son algunos ejemplos. Como también el origen de sus propietarios: el asturiano, el leonés, el pasiego, el castellano…; asimismo, un pequeño homenaje a un lugar donde vivieron muchos años, acaso donde trabajaron y ahorraron para poner el negocio, como fue el caso de muchos emigrantes por Europa. Más raro son los homenajes a grandes personalidades de la cultura, artistas como Goya, o escritores como Cervantes.

Quizás lo habitual es que el nombre del establecimiento coincida con el del propietario. De esa manera, se vincula más el negocio a la persona que lo atiende. Nombres que, en muchos casos, son diminutivos familiares, con el que le conocen los parroquianos: Toño, Pepe… La verdad es que los clientes, en muchas ocasiones, al referirnos a algunos establecimientos citamos más veces el nombre de su dueño que el del local. En Asturias es costumbre decir: Voy a lo de… Celso, por ejemplo. Incluso, en ocasiones, se juega con las primeras sílabas de los nombres de la pareja de propietarios, socios o pareja, para construir un a modo de acrónimo. Recuerdo Eljuco, en la calle Cádiz que aludía a Elisa, Juan y compañía.

En fin. La idea es encontrar un nombre original, sonoro, recordable, evocador, pero sucede también que de repente se impone uno por capricho.

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