Pistas para despedir las Navidades con el roscón perfecto
Día 6 de enero. Los nervios afloran y hacen despertarse más pronto de lo habitual. Los regalos bajo el árbol y el roscón de Reyes sobre la mesa. Ante esta idílica situación, es un placer degustar un trozo de ese tradicional dulce, con o sin relleno, da igual. En ese momento, aunque al ojo puede engañar, el paladar delata la calidad del roscón que varía en función de si ha sido elaborado de manera artesanal o, por el contrario, es fruto de una producción mecanizada. Para evitarnos el disgusto mañanero y disfrutar del desayuno, es importante saber qué características difieren entre unos y otros antes de comprar.
Según datos de la Organización de Consumidores y Usuarios, OCU, el punto más importante es comprobar que la masa lleve mantequilla, ingrediente habitual en las panaderías pero no tanto en los supermercados que suelen sustituirla por aceite de girasol, en el mejor de los casos. Además, junto a ella, se utilizan otros ingredientes de calidad que, en comparación con las altas cantidades de levadura y gasificantes de los industriales, hacen que los roscones artesanales pesen más.
Otra muestra del nivel de calidad es su durabilidad, así como la presentación y los conservantes y colorantes añadidos. Frente a la efímera duración de un día o dos del roscón de pastelería, el industrial tiene un largo listado de números E en su etiqueta y, por regla general, se conserva en una bolsa de plástico para facilitar su congelación. De esta forma, mientras que uno se hace la Noche de Reyes, hay proveedores que los elaboran ya durante el mes de agosto.
La forma y la decoración también nos dan pistas sobre si comprarlo o no. Frente a los roscones iguales, simétricos, hechos en cadena de producción, están los roscones diferentes, unos más anchos, menos alargados, otros más gordos por un lado, más finos por otro, asimetrías que prueban su amasado y moldeado a mano y de uno en uno. Además, es fundamental que se decore antes de meterlo al horno. Una almendra blanda y rancia es síntoma de que ha sido congelado y un roscón pobre en frutas refleja su elaboración industrial ya que mientras que en el artesanal lo caro es la mano de obra, en el otro son los ingredientes, por lo que escatiman en decoración.
Y como 'nadie da duros a cuatro pesetas', no será lo mismo para nuestra cartera comprar un roscón artesanal que uno industrial. Según la OCU, para uno con nata, el precio por kilo en pastelería puede oscilar entre los 40 y los 60 euros, bajando a menos de 15 euros el kilo en el supermercado.
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