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Del Hambre
La desnutrición, un problema añadido a la enfermedad

La desnutrición, un problema añadido a la enfermedad

Afecta a entre el 30% y el 50% de los pacientes ingresados graves

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Sábado, 18 de septiembre 2021, 00:04

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Que un paciente hospitalizado o con una enfermedad crónica tenga falta de apetito o baje de peso no es nada sorprendente. Es más, parece bastante normal, y no siempre nos inquietamos por ello. El problema es que, si esta situación no se gestiona adecuadamente, puede desembocar en graves déficits alimenticios que acarreen enfermedades sobreañadidas, como infecciones de cualquier tipo, problemas de cicatrización o una peor respuesta a los medicamentos, entre otras cosas. Todo ello recibe el nombre de desnutrición relacionada con la enfermedad (DRE son sus siglas).

Si así ocurre, el tiempo de la enfermedad se prolonga, lo que repercute en una estancia hospitalaria más larga, mayor riesgo de reingresos y más posibilidades de secuelas permanentes. De hecho, en pacientes hospitalizados con DRE la probabilidad de muerte se multiplica por cuatro frente a uno bien nutrido, según un reciente estudio español publicado en la prestigiosa revista 'Nutrients'.

Aunque no somos conscientes de su gran impacto y es algo que no copa los titulares, en nuestro país la prevalencia de DRE de los pacientes hospitalizados se sitúa entre el 30% y el 50%, cifra que se eleva a medida que se prolonga la estancia hospitalaria. Así lo recoge el último informe sobre la Prevalencia de la Desnutrición Hospitalaria y Costes Asociados en España (PREDYCES), elaborado por la Sociedad Española de Nutrición Parenteral y Enteral (SENPE), en el que han participado 1.597 pacientes de una treintena de centros hospitalarios de todo el territorio nacional.

Cualquiera está en riesgo

Los resultados muestran que el 23% de los pacientes ingresados en un hospital español están en riesgo de desnutrición, especialmente los mayores de 70 años y las personas con varias enfermedades. Eso sí, «cualquiera con una enfermedad grave, incluidos los menores, tienen riesgo de DRE», afirma María D. Ballesteros-Pomar, vocal de la junta directiva de la Fundación Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (FSEEN).

Los factores que contribuyen a esta situación son, principalmente, las enfermedades que provocan una gran respuesta inflamatoria (infecciones graves o generalizadas, quemaduras, traumatismos…) y los tratamientos agresivos con fármacos o radiaciones (como la quimioterapia); a lo que se añaden otros como vómitos o diarreas, que agravan el cuadro médico.

«Las enfermedades digestivas también influyen, porque pueden impedir la deglución, como en el caso del cáncer de boca o de esófago; la digestión, como en el cáncer de estómago, o la absorción de los nutrientes, como en el cáncer de páncreas. Lo mismo pasa con enfermedades neurológicas como el ictus o la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), que al llevar aparejadas dificultades para tragar (disfagia), se asocian con la DRE», explica Ballesteros-Pomar.

Covid-19 y desnutrición

Otras posibles causas nos las aporta el informe de la SENPE, como el ayuno indicado para la realización de determinadas exploraciones, en el período posoperatorio o como parte de algunos tratamientos.

A esta larga lista de causas se ha unido, más recientemente, la Covid-19, que además de afectar al grupo de población con más riesgo de DRE (pacientes mayores y con múltiples patologías), produce síntomas que empeoran esta problemática. «La pérdida del olfato (anosmia) y el gusto o la diarrea, unidos a la importante dificultad respiratoria y a una gran respuesta inflamatoria, que se alarga más en el tiempo que en otras enfermedades, pueden agudizar la desnutrición, lo que ha hecho que las tasas de DRE lleguen hasta el 80% en personas con coronavirus, según algunos estudios», destaca Ballesteros-Pomar.

El ingreso en la UCI tampoco ayuda. La especialista pone un ejemplo: «La intubación para respirar que precisan algunos pacientes hace necesaria la nutrición artificial, porque la sedación impide una alimentación natural».

En lo que respecta a las consecuencias económicas, la DRE también implica un aumento considerable de los costes sanitarios. Según los cálculos publicados, puede haber una diferencia de hasta 6.000 euros entre los pacientes que se desnutren durante su estancia hospitalaria y los que no, pero esta inversión podría minimizarse con prevención y un diagnóstico y tratamiento precoz de la DRE, señalan los expertos.

Ya antes de la pandemia, numerosas investigaciones confirmaron que el tratamiento nutricional precoz e intensivo es capaz de reducir la mortalidad en un 35%, y la mala evolución clínica en un 21%.

Explica cómo hacerlo Ballesteros-Pomar: «Cuando con la alimentación convencional no se alcanzan las necesidades nutricionales del enfermo, se pueden añadir suplementos nutricionales (los mal llamados batidos). Si esto es insuficiente, se puede insertar una sonda de alimentación a través de la nariz o directamente al estómago (nutrición enteral). Y, si sigue sin ser suficiente, el tratamiento se aplica directamente por vía intravenosa (nutrición parenteral)».

Una normativa obsoleta

Pese a su gran impacto, la DRE no está reconocida como entidad clínica. Además, jurídicamente, los requisitos para poder dispensar suplementos alimenticios en el Sistema Nacional de Salud están establecidos en un Real Decreto de 2006, muy desactualizado. Así, actualmente existen situaciones médicas en las que, aunque se considera necesaria la nutrición suplementaria, al no estar recogida en la ley, decenas de miles de pacientes no tienen cobertura legal que cubra los gastos de los tratamientos.

«Nos enfrentamos, además, a una falta de equidad por las diferencias no solo entre distintas comunidades autónomas, sino incluso entre distintas áreas sanitarias en una misma comunidad, porque las condiciones de financiación son, a menudo, distintas. La solución pasa por eliminar estas desigualdades administrativas, reconocer las necesidades existentes y prestar asistencia a las personas que lo precisen», sostiene la experta.

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