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Muere Uco Lastra, único cántabro campeón del mundo de boxeo
Su figura fue, en los años setenta del siglo XX, la de uno de aquellos lobos solitarios del autárquico deporte español | Nunca abandonó una estrecha vinculación con Cueto
Su figura fue, en los años setenta del siglo XX, la de uno de aquellos lobos solitarios del autárquico deporte español. Con el cambio de ... siglo, la de un vecino más de Cueto que nunca abandonó el pueblo, ahora un barrio incrustado ya en el entorno urbano de Santander pero que, como Uco Lastra, nunca perdió su carácter. Porque aunque nació en Monte ser, lo que se dice ser, era de Cueto, a donde llegó con dos años y medio, a vivir en la casa que construyó su padre. La muerte de Cecilio Lastra González (Santander, 12 de agosto de 1951-23 de septiembre de 2025) es la del único campeón del mundo de boxeo con el que ha contado Cantabria –y unos de los pocos españoles– en toda su historia. También la de un personaje imprescindible para comprender el Santander de la segunda mitad del siglo XX y la evolución de la sociedad española, con sus luces y sombras.
Por su trayectoria deportiva y por la vital. Y la de un icono para una generación, la suya, y para Cueto, donde más se notará su ausencia. En cada calle. En el Barrio Bellavista, donde tenía su casa y donde el pabellón municipal lleva su nombre. En el clásico El Torreón, que ahora, tras décadas con ese nombre, regenta su sobrina y en el que le gustaba dejarse ver incluso en los últimos tiempos, cuando los achaques de la edad, que ya le había costado una pierna, habían hecho más mella, pero donde su familia, encabezada por su hermana Esperanza, le arropaba. En todos los cántabros que vieron –o escucharon por la radio– cómo se proclamaba campeón del mundo en el Mercado de Ganados de Torrelavega encendiendo una autoestima de la que andaban muy necesitados.
Su historia es la de un chico humilde que ya en los años sesenta comenzó a boxear junto a sus hermanos en un gimnasio del pueblo, que es lo que aún era un Cueto agrario y separado físicamente del casco urbano de la ciudad. Cuando se decía 'bajar a Santander'. Debutó cuando ni siquiera tenía la edad para hacerlo en el Trofeo José Ungidos, otro nombre emblemático del boxeo cántabro al que pronto dejaría atrás. Solo como aficionado totalizó 121 combates con 101 victorias, doce derrotas y ocho nulos. Y no se cuentan todos. Cuando hizo la mili en Bilbao llegó a pelear incluso en días alternos. Algunos de aquellos combates ni siquiera quedaron registrados.
El debut como profesional le llegó el 20 de diciembre de 1975 en el pabellón de los Escolapios, en 1977 se proclamó campeón de España y llegó incluso a ser aspirante al cinturón europeo, pero esa carrera se truncó al perder una defensa del título nacional en un combate que tuvo por momentos ganados, pero en el que Roberto Castañón, su gran adversario deportivo, se rehizo para derrotarlo.
Sin embargo, cuando en 1977 el panameño Rafael Ortega puso en juego el título mundial de la AMA en el peso pluma, ni Castañón ni el campeón de Europa aceptaron el reto y Lastra, décimo en la clasificación mundial, se convirtió en aspirante en una velada que el promotor consiguió además llevar a Cantabria, en concreto al Mercado de Ganados de Torrelavega. La vida y el boxeo le jugaron en ocasiones malas pasadas, como en otras pudo haber alguna mala decisión, pero en aquella ocasión le hizo un guiño en forma de gloria, que no de bolsa, porque su carrera en aquella España no le hizo precisamente millonario.
El eterno retorno
Cuatro meses después, con todo en contra y sin apoyos en una encerrona, perdió el título ante un mito como Eusebio Pedroza que iba a retener el cinturón en 19 defensas, pero la leyenda de Uco Lastra ya se había labrado. Volvió a ganar el título español y siguió peleando hasta su retirada a principios de los ochenta, cuando hastiado de derrotas –«me han dado más golpes fuera del ring que dentro», decía– regresó a una vida cotidiana que, en realidad, tampoco había abandonado nunca del todo.
La del barrio. Y la del trabajo en la construcción y después como empleado del Ayuntamiento (barrendero, operario de Parques y Jardines, vigilante del Camping de Bellavista...) La de un vecino más apegado a su origen, con una hija, con vida azarosa y la cicatriz vital que le dejó aquel combate que tuvo algo de encerrona.
Supo después lidiar como pudo con los achaques y algunos problemas de salud que incluso le costaron una pierna, pero que sin embargo, le dieron el tiempo suficiente para ver cómo su so brina se hacía cargo del clásico Torreón de Cueto, ese que ahora se llama La Lola, y a destapar su estrella en el Paseo de la Fama de la calle Tetuán. Era el momento de hacer balance. «Ha habido de todo. Lo bueno ha sido muy bueno. Pero también ha habido momentos muy tristes cuando a uno no le salen las cosas como quiere», confesaba a El Diario hace poco más de un año, quizá recordando algunas derrotas en el cuadrilátero o aquella plaza de bombero que no obtuvo. Del boxeo, desengañado, tampoco quiso saber demasiado. Nada, por momentos, aunque los éxitos del Niño García le reengancharon por breves momentos.
Sus palabras reflejan las luces y sombras de una vida y de una época muy diferente a la que despidió poco después de las tres de la tarde del 24 de septiembre de 2025 en el Hospital Valdecilla, donde llevaba unos días ingresado. No se esperaba el desenlace, pero los achaques sí que habían sido suficientes para que dejara su casa del Barrio Bellavista, donde vivía al cuidado de su hermana y su sobrina. Con su cinturón de campeón mundial, si más preciada posesión junto al cariño y la admiración de sus vecinos; ese que ni Castañón ni los jueces pudieron arrebatarle. El de esos que esta tarde, en la Iglesia de Santa María, como no podía ser en otro lugar. «Nunca morirás porque siempre serás recordado. Dejaste un legado que será eterno. Una vez conquistaste el mundo; ahora conquista el cielo. Allí hoy suenan rancheras para tí, querido Uco. Buen viaje, campeón. Hasta siempre, don Cecilio. Desde Cueto hasta el cielo».
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