Dolor en la despedida de Pau, Borja y Álex
Familiares y amigos dan su último adiós a las víctimas del accidente mortal del pasado domingo en Virgen de la Peña
Rabia, impotencia, desconsuelo... Los sentimientos se cruzaron este lunes en las despedidas de Pau, Borja y Álex, donde los familiares estuvieron acompañados por cientos de ... vecinos y amigos que se acercaron a las tres citas que se programaron para decir adiós a los jóvenes fallecidos en el siniestro del pasado domingo en Virgen de la Peña.
La primera de ellas, celebrada en la iglesia San Juan Bautista de Villanueva de la Peña (Mazcuerras), reunió a varios centenares de personas que se congregaron en torno al templo para acompañar a la familia de Alejandro Fernánez en una ceremonia que la mayoría tuvo que seguir desde el exterior del templo. El sacerdote agradeció la multitudinaria asistencia de todas las personas: «Por arropar a los seres queridos en estas circunstancias en las que se hace tan difícil encontrar palabras». «Alejandro siempre estará con nosotros y se hace presente aquí con el cariño de todo el mundo, y pese a las lágrimas», expresó el cura. La máxima emoción se vivió al término del funeral, cuando un sentido aplauso sirvió para despedir el féretro.
Dos horas más tarde, en el Tanatorio de Río Cabo, en Torrelavega, los más allegados despidieron a Borja Díaz en la intimidad. «Rogamos que sólo acudan familia y amigos íntimos», había anunciado un portavoz familiar tiempo antes. Y así fue. Apenas unas decenas de personas acudieron al velatorio, donde un sacerdote pronunció un responso en el interior de las instalaciones.
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El más multitudinario de los ceremoniales fue el oficiado a las cinco y media de la tarde en la iglesia de Casar de Periedo (Cabezón de la Sal) para despedir a Pau Solá, el joven de 22 años que también falleció. La hora permitió una mayor asistencia a una homilía donde volvió a suceder lo mismo que a mediodía, pues tantas fueron las personas que se acercaron hasta el templo que muchas se vieron obligadas a aguardar en el exterior. Dentro, con los familiares y amigos totalmente abatidos, el sacerdote confesó no tener palabras para «tiempos tan complicados». «Podemos decir, recogiendo el sentimiento de todos, que estamos tristes, desconcertados, apenados y hasta indignados».
A esa hora de la tarde, la presencia de compañeros jóvenes, visiblemente emocionados, fue más numerosa que en las anteriores citas. La Policía municipal y Protección Civil se desplazaron a las inmediaciones de la iglesia para cortar una calle y administrar el tráfico. «Es muy claro que la muerte nos ha llevado a nuestro hermano Pau: un hijo, un compañero, un amigo y un vecino. Queda el dolor inmenso, la rabia impotente por una muerte que consideramos trágica e injusta», explicó el cura, que como consuelo recordó que el joven fallecido permanecerá en el recuerdo de todos. «Está en todos los que le conocieron, en todas las experiencias buenas que vivieron con él y por todo ello hay que dar las gracias», expresó minutos antes de dar por finalizada una ceremonia donde en voz baja, en los corrillos, se hablaba de «lo perra que es la vida», «el sinsentido de todo esto», o «la mala suerte de que se hayan ido los tres al tiempo, siendo tan jóvenes, cuando estaban en la flor de la vida». Y es que la gran mayoría de los asistentes conocían a las víctimas, los habían visto crecer en la comarca.
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