El cabreo de Andrés
El atacante del Racing abandonó el partido contrariado: todavía quería marcar su gol. Es lo que tienen los cracks, que no buscan redención sino gloria
A diez minutos de la reanudación, tras salir de un par de regates maradonianos, Iñigo Vicente pisó el balón en medio campo y levantó la ... cabeza. La disyuntiva estaba clara: o avanzar entre una nube de camisetas eibarresas, en pos de una portería rival a la que no iba a poder llegar en línea recta, o tomar aliento y dejar que la ansiedad, que siempre suele ir por barrios, empezase a jugar a favor de su equipo.
Es lo que tiene ver un tres a cero en el marcador, claro. Que te vuelve un poco conservador, a la fuerza. Hasta gestos de calma hizo el jugador que, más que el cerebro del equipo, suele ser el corazón. Y el barómetro: según ande el de Derio, así le va al Racing. Y Vicente no suele ser de los que frenan y reculan para poner cabeza al juego. Más bien es de los que solo miran en una dirección: hacia adelante. De los que nadan, no de los que guardan la ropa.
Así que, cuando Íñigo decidió que tocaba contemporizar, me asaltó un temor nuevo: ¿de verdad nos esperaba toda una segunda parte de fútbol especulativo? ¿de jugar con el reloj y hacer que ya no pasara nada? La verdad es que estamos tan acostumbrados a las emociones fuertes, en esta era JAL, que si bajan las revoluciones del equipo parece que nos falta algo. Que es otro Racing.
MÁS INFORMACIÓN
- Crónica del partido | El mago parte por la mitad al Eibar
- «Es una victoria de equipo y creo que este es el camino»
- «Estoy muy contento a nivel personal, pero sobre todo por los tres puntos en casa»
- El Búfalo ya suma diez tantos
- Dos puertas a cero seguidas 372 días después
- Esta semana, 62 horas entre partido y partido
-
Y eso que los verdiblancos, a la fuerza ahorcan, durante muchos minutos habían jugado a eso que proponía el Eibar, que se parece mucho al fútbol pero más bien consiste en no dejar que el contrario juegue. Y a punto estuvo de salirles bien, tras un par de regalos en medio campo, marca de la casa. Menos mal que la zaga cada vez está más entonada y Ezkieta había echado la llave de su portería. Pero durante muchos minutos, el Racing dejó al rival que se creyera que el partido era eso, un pulso, un combate físico en el que, esta vez sí, los locales no tenían nada que envidiar a los armeros. Es lo que tiene armar un mediocampo con Íñigo Sáinz-Maza y Gustavo Puerta, más dos apisonadoras en las bandas como Jorge Salinas y Álvaro Mantilla. Aunque este último vaya un poco acelerado… esos empujones a dos manos, con reincidencia además, cualquier día le van a costar un disgusto. Eso sí, pobre del extremo al que le toque jugar por su lado; seguro que sueña con él.
Así que tocaba, pues, contemporizar. Que no pasara nada. Órdenes desde el banquillo, a buen seguro. Lo que pasa es que la identidad es la identidad, y a veces va hasta en el ADN. Y lo mismo dio que el Racing ganara por tres y que la faena pareciera ya rematada: en dos minutos, ya estaba otra vez volcado al ataque. Y quien lo buscaba con más empeño era Andrés Martín. Villalibre e Íñigo, que ya tenían los suyos, le buscaban con ahínco. Andrés lo intentó todo; hasta le pegó un balonazo al árbitro, pero no hubo manera. El bisonte incluso le puso uno en bandeja, pero hay días en que no sale nada. En el fondo, casi mejor: si seguía al mismo nivel de los últimos meses, seguro que nos los levantaban en el mercado de invierno. Que se reserve y coja la forma en primavera, que es cuando de verdad se decide la liga. En cualquier caso, el atacante se fue mosqueado. Ni siquiera aceptó la carantoña del míster. Así son los cracks: no buscan redención, sino gloria.
Total, que ni sentando a Andrés llegó el fútbol control: lo que vino fue el cuatro a cero. Hizo falta cambiar a medio equipo para que, por fin, no pasara nada. Bueno, sí: certificar una victoria de esas que cimentan el miedo escénico en futuros visitantes. Esto promete.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión